Judas Tadeo. El apóstol constante.
Le dice Judas -no el Iscariote- “Señor ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?”
Jesús le respondió:
“Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado.”
Siempre que se le cita en los evangelios se destaca “no el Iscariote”; su nombre fue algo con lo que tuvo que cargar muchos años.
También se precisa que es hermano de Santiago el menor, el de Alfeo; por ello, primo de Jesús.
En la última cena hizo a Jesús una pregunta. La respuesta que recibe se convierte para él en norma de vida: Juan 14, 22-24. En la carta que escribe a los cristianos los exhorta a la fidelidad, a no dejarse llevar por falsas doctrinas. En poquísimas líneas repite cuatro veces los adjetivos amados y queridísimos. E impresiona su declaración de pertinencia integral a Jesús.
Podemos ver a una persona con unos rasgos muy marcados, afilado, con una mirada enérgica, decidida. Igual que su gesto imperativo con el que se dirige a Simón -que despistado se entretiene con el perro- para que atienda a lo que está sucediendo. Tiene una idea y va detrás de ella.