Josefa Amar y Borbón.

  

Josefa Amar vivió en unos años en los que Europa despertaba a las luces de la ilustración, periodo que confieso me apasiona y por el que siento una gran devoción. A mí que me gustan las evoluciones y nada, o casi nada, las revoluciones, la ilustración representa el verdadero tránsito de la antigüedad al mundo moderno. Una Europa que vive los desastres de la revolución francesa; los bárbaros desmanes de los <<sans-culottes>>, y la increíble sangría en vidas humanas que la extensión, por imposición, de la mencionada revolución, le costará al continente.

Su sabiduría y erudición, junto con su tesón, y una gran capacidad de trabajo, le llevaron a convertirse en una auténtica ilustrada, reconocida por los intelectuales de la época. Buena parte de su obra estuvo dedicada a reivindicar para la mujer una educación que le permitiera ser útil para la sociedad.

Nace el 4 de febrero de 1749 en Zaragoza en el seno de una familia ilustre. Su madre se llamaba Ignacia de Borbón y su padre, José Amar, el cual, era médico de cámara de Fernando VI.

Desde pequeña, tuvo la suerte de contar con prestigiosos eruditos como preceptores, pronto destacó en varios ámbitos entre ellos las lenguas, y así, junto a las lenguas clásicas como el latín y el griego, aprendió también inglés, francés e italiano.

Alcanzó una erudición más que notable que ejerció con independencia de juicio y dentro de los parámetros del europeísmo universalista de la época. Conocía la obra de los ilustrados e ideólogos franceses y la de John Locke, y su pensamiento pasó de la ilustración al liberalismo. Le parecía excesiva la religiosidad de la cultura de la época, se mostró como una laica convencida, nunca citó a escritoras religiosas, para ella Santa Teresa de Jesús era como si nunca hubiera existido.

Su temprana educación la convirtió en una traductora de éxito de muchas obras históricas, filosóficas y científicas. En 1782 es nombrada socia de mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Una sociedad que, entre otras cosas, debatía sobre temas sociales. Uno de ellos la tan discutida cuestión sobre la necesidad o no de instruir a las mujeres. Josefa defendió su postura a favor de la educación femenina como una vía necesaria para conseguir una sociedad verdaderamente ilustrada. Argumentó sus ideas traduciendo obras europeas que defendían sus mismas ideas, así como escribiendo varios libros.

En 1786 se publicó su Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres. Cuatro años más tarde publicará su discurso sobre la Educación Física y Moral de las Mujeres. Formó parte también de la Junta de Damas, vinculada a la Real Sociedad de Madrid y de la Real Sociedad Médica de Barcelona.

No fue afortunada en su vida personal. Con 23 años se casa con Joaquín Fuertes Piquer, viudo y mayor que ella. Años después será ella la que quedará viuda, sin haber podido ser madre. Morirá el 21 de febrero de 1833.

Javier Barco

 
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