Calle León XIII.

Vincenzo Gioacchino Pecci, el sexto hijo de una familia humilde, vino al mundo el 2 de marzo de 1810, en la ciudad de Carpineto, al sur de Roma, en los Estados Pontificios.

La unificación italiana (1859-1870), supuso la liquidación de los Estados Pontificios y el enfrentamiento entre la Iglesia Católica y el Estado Liberal (especialmente en el nuevo Reino de Italia). La postura moderada que mantuvo en estos temas el entonces cardenal Pecci lo convirtió en un candidato idóneo para suavizar tensiones, razón que pudo influir en La decisión del Colegio Cardenalicio de elegirlo Papa al morir Pío IX en 1878.

Los primeros años de su pontificado quedaron marcados por una serie de iniciativas académicas: la fundación en Roma de un nuevo instituto para el estudio de la filosofía y la teología, centros de estudios de las Escrituras y un centro astronómico.

Una de las máximas de su pontificado fue la de lograr ubicar adecuadamente a la Iglesia en la sociedad tal y como se iba perfilando; profundos y convulsos cambios se producirán en dichos años. Siempre he admirado a las personas a las que les ha tocado vivir cambios muy importantes en su vida, ¡qué difícil adaptarse a ellos! Le toco vivir una transformación radical de la sociedad a nuestro Francisco de Goya; el genio zaragozano, de desequilibrada personalidad, canalizó su confusión a través de su arte. Tampoco le fue fácil a nuestro botánico, D. Mariano Lagasca, si recordáis, después de haber luchado por su patria, sufrió el destierro, volvió, fue rehabilitado en sus cargos; D. Mariano luchó por una mejor educación y por una mejor naturaleza.

Volvamos a León XIII. Su largo pontificado, veintiséis años guiando la barca de Pedro con ejemplar firmeza, significó un acercamiento de la Iglesia a las realidades del mundo obrero. En 1891 promulga su encíclica más conocida, la Rerum Novarum (Acerca de la cosas nuevas). En ella, con tono firme, hacía resonar la voz de la Iglesia, que una vez más, se alzaba en defensa de los más débiles, de los pobres y de los “sin voz”. Condenaba la explotación de los obreros, preconizaba salarios justos y el derecho a organizar sindicatos. Se acabada de producir el primer gran éxodo del campo a la ciudad, lugar en el que se ofrecía trabajo en gran cantidad, dados los cambios que traía la Revolución Industrial, si bien no estaban todavía regulados horarios, salarios, ni en definitiva Derechos Sociales.

Advertía, muy claramente, de los graves peligros que traerían para el hombre las nuevas concepciones políticas, sociales y económicas, que no tenían en cuenta como centro de las mismas a la persona, en toda su dimensión, sino que tenían una clara tendencia individualista, en unos casos, y colectivista (anulando a la persona a favor del estado) en otros, y en todas ellas, una marcada tendencia materialista, que pretende desligar al hombre de su relación con la ley natural; que dicho sea de paso, es en lo que estamos ahora con los nuevos proyectos de ingeniería social que algunos nos proponen.

Condena por lo tanto, con contundencia, tanto al Capitalismo salvaje, como al Comunismo o Socialismo, por proponer sociedades irrealizables y por ser sinónimos de odio entre clases y de ateísmo. Frente a ello, propone la doctrina social de la Iglesia. Hundiendo las raíces en el evangelio, aboga por una sociedad más justa, exige cambios, propone una evolución, pero no las revoluciones sangrientas, el odio y el enfrentamiento que propugnaban y protagonizaban, otros. No en vano su encíclica ha sido llamada como la “Carta Magna del Trabajo”.

Otro de los aspectos en los que lucho denodadamente fue en el del ecumenismo. Consiguió el fin del cisma caldeo y del armenio. Inició acercamientos con la Iglesia Ortodoxa y no tuvo ninguna suerte con la Iglesia anglicana. En todo caso, la fuerza de su semilla ecuménica, inicia esta tendencia, que será una constante en los papas del siglo XX. Tan es así, que han sido importantes los acercamientos habidos recientemente con la Iglesia Ortodoxa y significativos, incluso, con la Iglesia Anglicana.

El realismo político y la habilidad diplomática le permitieron poner fin a la hostilidad del Imperio alemán hacia los católicos. Propugnó el fin de la confrontación entre la Iglesia francesa y la tercera República, avalando la participación de los católicos franceses en el régimen republicano. Sin embargo, mantuvo el enfrentamiento a toda costa con el Estado Italiano, insistiendo en el boicot de los católicos italianos en la vida política. Mediará entre España y Alemania por la disputa territorial que ambas mantenían en torno a las Islas Carolinas.

Su actitud frente a las diversas ciencias fue la de un vivo interés y deseo de llegar al conocimiento de la verdad. Entre otras cosas, fue él quien abrió las puertas de los Archivos Vaticanos en 1883 (de acceso muy restringido durante siglos), dando amplias facilidades para la investigación histórica.

El Papa León XIII, terminará su etapa terrena de la vida, siendo llamado a la casa del padre a los casi 94 años, en 1903. Tras de sí deja un enorme legado a la cristiandad y a la humanidad entera. Lo que León XIII sembró, seguimos recibiéndolo y cosechándolo, aún hoy en día. Con su firme y valiente denuncia, hizo sonar muy fuerte la voz de la Iglesia en defensa del ser humano y de su dignidad.

Nació como vimos al principio en un pueblecito de los Estados Vaticanos al sur de Roma y Morirá, en el estado Vaticano, pero con una Italia unificada y con los Estados Vaticanos liquidados. Para entonces, las posesiones territoriales del papado se vieron reducidas a lo que hoy conocemos como el minúsculo Estado Vaticano. En 1924 sus restos serán trasladados al mausoleo de la basílica de San Juan de Letrán; descanse en paz.

Javier Barco; Capataz Paso Cristo del Amor Fraterno.

 
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