Plaza de San Sebastián.

Vive en el siglo III de nuestra era, no puedo señalar  el año exacto de su nacimiento ni el de su muerte, puesto que en sus biografías hay una gran disparidad al respecto.

Fue tribuno de la primera cohorte de la guardia pretoriana en la que era respetado por todos y muy apreciado por el emperador, que desconocía su cualidad de cristiano.

Cumplía con la disciplina militar que le era propia, pero no participaba en los sacrificios paganos por considerarlos idolatría. Como buen cristiano ejercía el apostolado entre sus compañeros y visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de su fe. Fue precisamente a raíz del encarcelamiento de dos jóvenes, Marco y Marceliano, cuando Sebastian empezó a ser reconocido en público como cristiano. Los dos jóvenes fueron arrestados y les fue concedido un plazo de treinta días para renegar de su fe o seguir creyendo. Sebastián, enterado de la situación, bajo a los calabozos para animar a sus compañeros. Se produjeron muchas conversiones y como consecuencia, muchos martirios, entre ellos los de Marcelo y Marceliano. 

El emperador Diocleciano se acabó enterando de que Sebastian era cristiano y mandó arrestarlo. Fue apresado cuando enterraban a otros mártires. Llevado ante Diocleciano, le recriminó haber injuriado a los dioses y haber obrado en la sombra contra él, que lo había considerado siempre entre los mejores de su palacio.

San Sebastian no se amedrentó ante las amenazas de Diocleciano y reafirmó, nuevamente su fe en Jesucristo. El emperador entró en cólera ante la respuesta de Sebastián y ordenó que se le atara y fuera asaeteado en zonas no vitales, de manera que no muriera de inmediato, sino que fuera una muerte lenta, desangrado. Los soldados, cumpliendo las órdenes del emperador, lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron y lanzaron sobre él una lluvia de saetas. Cuando vieron que San Sebastian estaba casi muerto, abandonaron el cuerpo, y se fueron del lugar, dando por concluida su labor.

Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamara Irene, que le mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó sano. Cuando Sebastián estuvo recuperado, sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente pues su corazón ardoroso del amor de Cristo, sentía la necesidad de seguir anunciándolo. Se presentó con valentía ante el emperador, cuando este se encontraba realizando una ofrenda a uno de sus dioses, quedando totalmente desconcertado porque lo daba por muerto. Sebastián le recriminó con dureza su conducta por perseguir cristianos. Muy enfadado, Diocleciano ordenó que lo azotaran hasta morir y esta vez los soldados cumplieron diligentemente las órdenes sin error. El cuerpo sin vida de Sebastián fue recogido por los fieles cristianos y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.

La iconografía del santo es amplísima. En las representaciones del primer milenio viste clámide militar como correspondía a su cargo y siempre imberbe. Durante el gótico, le vemos con armadura de mallas a la moda de la época, pero pronto aparece con el rico traje de los nobles palatinos de entonces y generalmente con barba. Desde ese momento es mucho más frecuente representarlo desnudo en el momento de ser asaeteado. El atributo antiguo es la corona de flores en la mano. El atributo personal, desde la edad media, es una saeta y el arco entre las manos. Desde el siglo XV los artistas han preferido presentarlo desnudo, joven e imberbe, con las manos atadas al tronco de un árbol que tiene detrás y ofreciendo su torso a las flechas del verdugo.              
 

 
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