Reflexiones de un cofrade.

             

Parece que fue ayer cuando, en la parroquia del Perpetuo Socorro, una tarde de sábado, me imponían la medalla de la Cofradía. Pero este va a ser ya mi quinto año de procesión.

Echo la vista atrás y recuerdo las “Semanas Santas” de niño, recorriendo las calles del centro de la ciudad para ver pasar una cofradía. Las largas esperas las noches del Jueves Santo, en la plaza del Justicia, para ver entrar a todas las cofradías en la iglesia de San Cayetano. Las prisas del Viernes Santo para poder coger una silla en el Coso y “tragarme” toda la procesión; lo que me decía mi madre: “¡no te pongas tan cerca que te van a dar un golpe…! Mi ilusión era estar en una cofradía, tocar el tambor; me encantaba sentir, dentro de mí, el retumbar de los tambores y bombos.

Por fin lo conseguí! Voy a tocar el tambor -pensaba cuando me imponían la medalla-. ¡Mi sueño hecho realidad!

He de reconocer que, tocar el tambor, era el único motivo que me movía a entrar en una cofradía. Y, ¿por qué en ésta? Pues el azar, las amistades me trajeron a esta cofradía como me hubieran podido llevar a otra.

Pero ¡qué equivocado que estaba! 

En mi quinto año como cofrade, hago balance de estos cuatro años y me doy cuenta de lo involucrado que estoy en la Cofradía. Me doy cuenta que tocar el tambor es lo de menos, algo secundario. Por encima está la convivencia con el resto de hermanos, mi compromiso con ellos. En estos años he participado, siempre que mi trabajo me lo ha permitido, en todos los actos religiosos y lúdicos en los que he podido. Colaboro en la medida de mis posibilidades con la Bolsa de Caridad. He hecho amigos que sé que estarán ahí si los necesito y saben que yo haré lo mismo por ellos. He vivido momentos de mucha alegría y, otros, muy tristes, como el apresurado final del Viernes Santo del año pasado.

Todo esto me lleva a una conclusión: no es que yo forme parte de la cofradía, sino que la cofradía forma parte de mí; de mi manera de ser, de mi modo de vivir la vida.

Continua haciéndome mucha ilusión ponerme cada Semana Santa el hábito, colgarme el tambor y salir a las calles de Zaragoza a tocar con el resto de hermanos. Pero todavía me hace mayor ilusión ponerme la medalla en el cuello, pues la llevo con orgullo, con responsabilidad, porque sé que representa: mi compromiso con vosotros, con la Cofradía y un trocito de cada uno de vosotros que formáis esta Cofradía.

Carlos.

 
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